CARTAS A MI MUJER VEINTIUNO

Una mujer desnuda se introduce levemente en el mar. Cuando pasa a mi lado, me mira, sonríe, dice palabras, en un idioma desconocido, a las cuales yo contesto: Sí, muy frío, muy frío… Y ella se mete, como decía, levemente en el mar.
Siempre tuve que ver con mujeres extranjeras, hasta vos fuiste para mí una mujer extranjera. Yo había nacido en medio del asfalto, vos habías nacido en medio de la pampa. Yo era un hombre, vos eras una mujer, siempre fuimos extranjeros a todo.
Y, después, te lo digo, cuando te escribo, otros nombres me vienen a la mano, pero no los escribo, no tanto por lo que vos o yo podamos sentir o pensar de no ser únicos, que ya lo sabemos sino, precisamente, por lo que puedan sentir las no nombradas. Por eso sólo te nombro a vos y sé, al decirlo, que he caído en la trampa.
Tú podrías decir o declarar, según las circunstancias, que todas esas mentiras fueron publicadas sin tu autorización y cualquier otra podría decir que de no ser que algunas hubieran sufrido por no haber estado, ella hubiera estado.
Me sobrepongo de mi caída mirando al mar, hay algo infinito aunque no eterno en el mar.
Algo me sobrecoge en el mar y lo abandono.

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