CARTAS A MI MUJER TREINTA Y TRES

7 DE DICIEMBRE DE 1997, MAR DEL PLATA

Hoy, por fin está el sol y, sin embargo, no me dan ganas de bajar al mar.
Las tres mujeres que me acompañan, están comprando el pasaje de vuelta. A mí me gustaría quedarme aquí, en esta ventana, frente al mar, esperando el verano, el sol abrasador, la lujuria de las olas atlánticas.
He jugado 40 boletas de telekino. Si gano 600.000 dólares podría quedarme a vivir en Buenos Aires aunque, en verdad, si yo fuera un señor de 57 años, no necesitaría ganar ningún dinero en el juego como para poder vivir, de mi trabajo, en Buenos Aires.
To be or not to be, Oh Hamlet inmutable, decía Claudio de Alas y luego creo que el boludo se pegó un tiro en la calavera.
Me gustaría que todo lo que me pasa sea una fanfarronería, producto de mi megalomanía, como siguen diciendo ciertas amantes de mi juventud, cuando hablan del tamaño de mi pija, pero me doy cuenta que mi escritura lo tocará todo.

Nada de lo que se ve, tiene el valor que se le da.

Treinta, cuarenta años más, como siempre bromeo en mis escritos, son los años que necesito para que los psicoanalistas cuiden la salud mental de los poetas y para que la poesía sea la encargada de transmitir el psicoanálisis.

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