CARTAS A MI MUJER VEINTIOCHO
3 DE DICIEMBRE, 12:00 H.
Estoy en la ventana frente al mar. Llueve, el frío llega hasta mi habitación (que de paso lo digo, no se parece en nada a mi suite de Málaga).
El mar en este lugar del mundo, es marrón y vive en permanente agitación. Los niños corren por la playa bajo la lluvia como si el sol iluminara brillante.
Hoy desayuné con ella y me di cuenta mientras desayunábamos que ella es una joven y hermosa mujer. Mientras yo me daba cuenta, ella se fue a trabajar. A ver libreros, periodistas, a comerse, literalmente la ciudad.
A mí me alcanza con ver la garúa detrás de la ventana de la habitación del hotel “solo y triste por las calles” y me bebo de un sorbo una naranja paraguaya y miro detrás de la ventana llover sobre los jóvenes.
Estoy en la ventana frente al mar. Llueve, el frío llega hasta mi habitación (que de paso lo digo, no se parece en nada a mi suite de Málaga).
El mar en este lugar del mundo, es marrón y vive en permanente agitación. Los niños corren por la playa bajo la lluvia como si el sol iluminara brillante.
Hoy desayuné con ella y me di cuenta mientras desayunábamos que ella es una joven y hermosa mujer. Mientras yo me daba cuenta, ella se fue a trabajar. A ver libreros, periodistas, a comerse, literalmente la ciudad.
A mí me alcanza con ver la garúa detrás de la ventana de la habitación del hotel “solo y triste por las calles” y me bebo de un sorbo una naranja paraguaya y miro detrás de la ventana llover sobre los jóvenes.
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