Miguel Oscar Menassa. Obra poética casitotal [1961-2011] -V-

1975


PROLOGO

Partir por los caminos
donde anidan los corazones que saben del amor.
La poesía nos acompaña
y nos acompañan aquellos amigos
dulces,
como la nieve que vimos caer en nuestra cordillera.
Águilas marinas y dorados cóndores guían nuestro paso.
Llevamos con nosotros la lepra. El que no se contagia
ciega su ser frente al escándalo de la carne.
Legendarios odres de vino nos esperan para saciar la sed.
Pequeñas estrellas brotan de nuestras manos y se deslizan
silenciosamente hacia el abismo donde acontecen los orígenes.
En ese lugar la luz de las estrellas es insuficiente.
Buscamos el sol. Nuestro destino
la palabra.


POEMA I

Lo he devuelto casi todo
sólo me quedan estas pocas lágrimas
para llorar sobre los hombros
de aquel
que necesite para vivir
mis lágrimas.


COMO LAS ALAS SIRVEN PARA VOLAR,
CREARE ALAS A ESTAS PALABRAS
QUE PARECÍAN HABERSE INMORTALIZADO
DENTRO DE MI

Abriré las compuertas
inundaré con mis palabras las poblaciones vecinas
para encontrarme por fin con mi destino.
Mi destino de azúcares y azahares
País de la locura
donde transitan libremente
animales salvajes y ocas doradas.
Reino
de las dulces pasadas de lengua por el culo
o de las extrañas e inquietantes travesías nocturnas
donde amar al prójimo, era en verdad, nuestro único fin.

Anémonas
arrojemos anémonas a los ojos de los malvivientes
busquemos en sus pieles
el cariñoso beso de una madre ajena y sombría
Eva de Adán, diosa de las tristes putas de occidente,
muéstrales la manzana
aloja en tu seno lo que habrá de morir.

Tu Adán no ha de morir.

Arbitraria foca de mar bésame en la boca
hiela mi piel
necesito escribir acerca de las palabras escritas.
Humo de incienso
blanco y perfumado olor de los orientes
abre la cripta de su corazón
y arroja en su ser desde las ánforas azules
pequeños animales salvajes y frescos vinos.


ARTE POÉTICO

Estamos infinitamente extendidos
porque nuestra tarea es esperar el sol.
Podemos alegremente sobre la tierra
hacer gestos terribles de provocación
y tendernos sin premura sobre la hierba fresca.

Nos mostrarán piedras preciosas
nos tenderán redes de sedas salvajes
y pieles naturales.
Alguno de nosotros caerá irremediablemente
atacado de un golpe de ternura.
Le colgarán seguramente
una piedra preciosa en el trasero
y se dirán de costado
ya caerán
el hombre humano tiene sus miserias.

Mandarán buscar diamantes del África
corales del Indico, mujeres extranjeras.
Nos recitarán poemas por altoparlantes.
Nos mostrarán por televisión (en circuito cerrado)
los inconvenientes de la vida
al aire libre.
Las tormentas al aire libre
pueden ensombrecer para siempre
la mirada de ciertos niños encantados.

Nos hablarán de la importancia del ahorro.
Intervendrá la Iglesia.
Nos entregarán sus mujeres a cambio del silencio.
Nos tirarán flores
piedras
tiros
tiros al corazón a la cabeza.

Nosotros estaremos infinitamente extendidos
porque nuestra tarea es esperar el sol.



YO PECADOR

YO PECADOR I

Me seducen los aros y los colgantes coloridos
las piedras coloradas y los rubíes
y las sencillas violetas en el rincón del patio.
De las vidrieras me atrapan los tonos amarillos
el sol contra la puerta cancel
y el color ocre de la galería en Chiclana.
Hierro forjado a mano por suaves forjadores
en el estilo imperial de la muralla china
hacia el oeste se extendía solemne el patio de mi casa
y hacia el misterio de la calle, el precipicio.
Después del precipicio la plazoleta verde
lejana inalcanzable
como la tierra prometida.
A mí
cuando pequeño
me separaba de la calle una escalera
una escalera blanca
con dos barandas verdes de cedro a los costados.
La idea fija era volar
una tarde, verano en Buenos Aires
el patio era un desierto.
Sólo un valiente se animará a cruzarlo.
Me puse las botas me coloqué la máscara antigás
y en cuatro saltos alcancé el rincón del patio
donde crecían las violetas.
La puerta cancel quedó a la vista.
Mientras los enemigos dormían atontados
por el alcohol del mediodía,
me paré en el primer escalón de la escalera.
Abrí mis brazos. Respiré profundamente
dispuesto a todo
y perdí los sentidos
cuando me invadieron por primera vez
los olores lujuriosos de aquel sombrío patio.


YO PECADOR III

Amaba a las golondrinas
porque aprendí de ellas volver en el verano.
En el verano amaba en las arenas
la huella de tus pies.

Odiar
odiaba solamente el olor de los muertos.

Una tarde mataron a mi primo por la espalda
"Mano de hierro" lo llamaban
Miguel, Miguel, mi bien amado y dulce camarada.

Montabas a caballo como el "Llanero Solitario"
único y elegante
en las terribles guerras del verano
me hablabas de tu cuerpo
de tu cuerpo desnudo entre los perros
los perros le ladran a la ropa, me decías.

Desnudo uno es un perro más.

Dejar la casa del abuelo.
Olvidarme del patio y de la higuera
no recordar jamás el gusto de la menta
fue un golpe bajo de la vida.

Y vinieron después silenciosas mujeres
a violentar en mi recuerdo el nombre tuyo.
Vino después tu muerte traicionera.
Me contaron tu cara extraviada de sorpresa
porque esperar
-menos la muerte-
habíamos esperado juntos cualquier cosa.


YO PECADOR IV

La higuera era el lugar de la sombra.
Hacíamos la vida
diciéndonos que éramos felices
mitad del tiempo sentados
a la sombra de la higuera.

Volví
cuando ganaba el cielo tu figura
una tarde en Pompeya.
El arma que te mató era blanca
vos no merecías otra cosa.

Me senté debajo de la higuera
y te llamé en voz alta.
Dijeron de mí
-cuando me arrastré palmo a palmo
en la época que florecían los malvones
y vos
solías esconderte cerca del horizonte-
que la locura
había anidado en mi corazón.


YO PECADOR V

Me quedé con todo el dolor
y toda la alegría.
Siempre fui dos desde tu muerte.

Boxeé contra la luna
y tenía en la cintura
todos los movimientos.
Me llamaban el pulpo de Patricios.

Crecía, crecía vertiginosamente
el odio en mi mirada.
Fui quedando solo
encerrado en el tiempo de nuestros juegos.
Fui jugador.
Até mi vida con cadenas
para no salir volando detrás tuyo.

Me aconsejé recuperar la historia de mi padre árabe taciturno
una palabra cada seis meses
un gesto de amor todas las Navidades.

Después, después fui médico de locos
porque el que pega primero
pega dos veces.


CONSEJO I

No te detengas
lo que nada lo puede
lo podrá tu amor
lo que no puede tu amor
lo podrá tu deseo.

Y si tu amor y tu deseo no pueden
el estallido debe haberse producido
seguramente en tu corazón, en tu cabeza.

Repliégate.
Húndete en el mar.


CONSEJO II

No hay que temer: el mar es para todos.
En marea alta dejarse llevar
no hacer movimientos contradictorios.
En marea baja dejar librado todo a la imaginación.

Es necesario que el mar
sea navegable en todos los casos.


CONSEJO III

Cuando llueve
hay que tener cuidado con los ángeles.
Suelen caer pesadamente sobre nosotros
cuando mojan sus alas.

No hay que tener piedad.

Uno solo de ellos
puede alegrarnos la vida para siempre.


CREDO

Abro mis ojos a plena mañana
y el sol no me enceguece.
Abro mis manos
pero nunca me quedo con las manos vacías.
Descubro mi sexo
y una legión
de hombres y mujeres
encuentran su sentido.
Abro mi corazón sin ningún cuidado
y donde un universo me odia
otro universo me ama.

Hago creer por mi manera de mirar
por el segundo botón de la camisa
que sobre mis espaldas
se puede
llegar a dar la vuelta al mundo.
Me entretiene encontrar mi sentido
en los lugares
donde yo suelo atar mi tiempo de vivir.

¿Quién podrá acusarme de haber vivido demasiado?
¿Quién se anima?
Si yo
abro mis oídos a plena mañana
para escuchar decir a los más sabios
palabras de la muerte:
Morir es necesario
lo dicen las sagradas escrituras.
La muerte es para todos
no está previsto eximirse
y para demostrarlo
han comenzado
a dar muerte
a los pájaros.


ANTEPASADOS

Antiguos pescadores, viejos espías del dolor
aquellos que nacieron para que yo naciera
aquellos que traían la orden de matar,
eran inocentes.
Buscadores de oro
artesanos de las buenas costumbres
para ellos
vivir
había sido duro aprendizaje.

No tenían, en verdad, la elegancia de los Normandos
y sus mujeres incapaces para las tareas domésticas
habían nacido para amar.
Amar en primavera
los colores azules persistentes y por las noches
cantos de extraños pájaros nocturnos y el dolor.

Hablaban cuando los acontecimientos naturales
quebraban la paz.


RAIF MI PADRE

Cuando Raif, mi padre, hablaba de los hombres
hablaba siempre de los árabes.

Bebedores de alcohol
capaces de dar la vida por una mujer
o ensoñarse al atardecer
a causa del olor de los azahares.
Un árabe nunca mata sin pasión.
Frente a la incertidumbre
abandona a sus seres queridos y busca
en el silencio del desierto, su destino.

Ama las flores y los cigarros
y al amanecer
sentado sencillamente en la puerta de su casa
espera que el sol toque la vida con sus manos.



MI PADRE HABLABA DE SU
MAR ALEGREMENTE


Mi padre hablaba de su mar alegremente.

Del mar de mi país puedo decirlo todo.
Hablar de sus colores y de su mansedumbre.
El mar de mi país parece una pradera.
Crecen en plena mar acacias y malvones
como en la casa del abuelo Antonio.

Esa pradera azul estalla de colores
cuando en primavera florecen sus mujeres.

Al alba tendían las redes tejidas en el hogar
a mano por viejas mujeres con ropa de seda
y grandes peinetones de marfil;
que nunca, dice mi padre, ni aún en las fiestas
besaban a sus hijos varones.

Cuando los hombres volvían con sus presas del mar
cobraban su sentido aquellas ceremonias.


CUANDO SOBREVENÍA
EL ABURRIMIENTO


Cuando sobrevenía el aburrimiento
nos tendíamos en la arena con los niños
a la espera de nuestros buenos pescadores.

Todo era fácil en la tierra del sol.

Sin embargo el mar en tiempo del otoño
echaba sobre nuestros hombres su mirada
llamándolos a unirse con él y para siempre.

No te embarques en las desoladas mañanas
cuando siento en mi corazón la sudestada
cuando golpea contra mi cabeza el viento sur.

Sin hombres nuestro destino sería diferente.


EL PRIMER DIA DE
PRIMAVERA EN LA MAÑANA


El primer día de primavera en la mañana
hincábamos nuestras rodillas en la arena
y nos despedíamos para siempre
de aquellos
que habían muerto en el invierno.

Faride, la abuela
tomando a los más pequeños de la mano
mostraba el mar y les decía:
el mar está maldito,
mata a nuestros hombres por placer
su perversidad no tiene límites.
El llano nos espera.
Nuestro porvenir
la guerra
contra el llano.
Dominaremos la pradera.

Todo era difícil sin violencia
Faride empecinada
quería que los elegantes hombres del llano
casaran con nuestras mujeres.
Todo era difícil
cuando con lo único que contábamos
era con el amor.
Faride empecinada
montada en un caballo blanco
como la nieve de los Alpes,
abrió sus brazos hacia el cielo
estrelló su mirada contra el enemigo
y ordenó avanzar.
Avancemos
hijas
todo está perdido.


JUNTO CON LA BATALLA
PERDIMOS TODAS LAS
ESPERANZAS


Junto con la batalla perdimos todas las esperanzas.

Me ofrecieron para quedarme con ellos
un arcón lleno de libras esterlinas
y una muerte segura en el mar
al amanecer, un día de tormenta.

Faride permanecía en silencio
y un gesto de dolor cruzaba su rostro.

Me ofrecieron impregnar mi cuerpo
con olor a jazmines para siempre
regalarme una capa de seda natural
y un anillo que atestiguara mi poder.

Faride rasgó sus finas vestiduras
para mostrar su pecho acribillado
por la metralla enemiga.

Hijo mío
en el mar no hay destino para los hombres.

Viajarás por el desierto hacia el sur
cruzarás el misterioso océano
hasta llegar al Río de la Plata.
Cerca de sus orillas fundarás tu ciudad.
Te nacerá un hijo en primavera
que llamarás Miguel.
Pondrás en su piel el color de los olivos
y en su mente el poder de descifrar los sueños.


LLEGASTE EN UN BARCO CUALQUIERA

Llegaste en un barco cualquiera
en tercera, con otros inmigrantes.
Con piedras y viejas maderas de cajones
pusiste, en Barracas, tu ciudad.

En tu primera carta a Faride le decías:
que estabas en el sur
le hablabas de tus amigos los feriantes
como si hablaras de guerreros.

Faride Faride estrella luminosa
tengo en mi corazón tu pecho ametrallado.

Aquí estoy en el sur
donde el amor sólo acontece al amanecer
cuando recuerdo tu mirada.

Del Río de la Plata puedo decirte
que es ancho y generoso como nuestro mar
sin embargo
no tiene embarcaciones
y nadie muere en él a causa de la pesca.


JUGAR JUGAR HASTA MORIR

Jugar Jugar hasta morir
como decía el testamento del abuelo Naur
que no puede mentir
porque Naur ha muerto.

Ha muerto de tristeza en el desierto
y no de sed huyendo temeroso
como cuentan algunos extranjeros.
Naur, es cierto, tenía en su semblante
restos de algún pasado misterioso
-homosexual o sádico decían las mujeres-
Sin embargo Naur hablaba siete idiomas
y tenía
en los surcos de la cara marcada inteligencia.

Cuando hacía el amor
no era precisamente un hombre del desierto
se le notaba, se veía en el alboroto de sus cabellos
un aire ciudadano.


YO SOY MIGUEL EL NIETO DE
NAUR Y DE FARIDE


Yo soy Miguel el nieto de Naur y de Faride
pero también a causa de los ojos de mi madre
nieto y bisnieto de araucanos
fruto abierto al sol hijo de los ángeles.

Cuando mi madre recuerda a Valdivia, el asesino
puede verse en sus ojos al trasluz
a Caupolicán en pie de guerra
dueño de todo el horizonte.


ÁNGELA MI MADRE

Ángel de ángeles
Ángela bien amada
Hija de Antonio bisnieta de Lautaro
tenías cuando joven de los indios
la forma de pintarte los cachetes
y tus redondos pechos campesinos
donde bebí la leche destinada
al rey de los arcángeles.

Cuando tu voz llamaba mi nombre
en la penumbra
todo era luminoso en torno de tus ojos.


ABUELO

El humo de tu pipa nos hacía toser
o se metía en nuestros ojos
junto con el verde color de los olivos
y la parra
cayendo a pique
como los aviones y como los pájaros
cazados con la gomera o a mano
según las estaciones.

De tu pipa salían el humo y las historias
que nos ponían lágrimas en los ojos.

Era una mujer hermosa, nos decías
desnuda
traída por el viento
envuelta entre las hojas del otoño.



SALVE I O MARIA LA LOCA

Para recordar reúno las palabras
de la alegría de otros tiempos
tu cara de mujer.
Vivías simplemente en el cordón de la vereda
con tus pies bañados por el agua podrida de la calle
y el corazón
violento corazón donde mis años corrían lentamente.

Te llamaban la loca María
María la bruja
María la que alojaba en su mirada
el tiempo de morir.
Aquella opaca y misteriosa señora
que tenía en sus brazos ágiles bailarinas.

Como una maga María, como una dulce maga
encantabas mis sueños infantiles
y arrojabas en mis desolados castillos, tu presencia.


SALVE II O MARIA LA HECHICERA

Cuántas veces perdido en tus amables brazos
María la hechicera
recorrimos los canteros donde crecía la alegría
donde el amor y los malvones
se regaban con la misma firmeza
con que las aguas
bajan de las montañas en primavera
para regar los campos araucanos.

Tú reinabas tu reino, allá en Pompeya
tu mar y tus espumas
eran las manos del abuelo Antonio
tocando la guitarra o encendiendo su pipa
con el rojo carbón entre sus dedos
y un corto silbido, para llamar a Juana
la oveja, su inseparable compañera.

Cuántas veces tu sol era los ojos ciegos del abuelo.
En Mon y Tabaré te sentabas
con un pañuelo negro en la cabeza
y en tu falda
doce panes calientes
cocidos en el barro con tus manos
como cuando eras niña
y a orillas del Limay
Caupolicán pasaba su belleza.


SALVE III O MARIA APASIONADA

Tendidos en el patio
cuando me enseñabas tu nombre y los colores
esas raras combinaciones del verde con María
en las desoladas tardes del verano
cuántas veces besé tus pómulos salientes.

María
roja como la sangre
María apasionada.


SALVE IV O MARIA DADORA

Tal vez no sea necesario decirles que los amo
con la misma violencia de las lanzas
matando al enemigo blanco en las praderas
o la empecinada suavidad de los interminables telares
azules contra el viento.

Tal vez no sea necesario decirles que en mi piel
-territorio de paz donde se anidan
los espejos del tiempo-
vuestros rostros más puros se reflejan
violentos de placer.

Tal vez no sea necesario decirles que he gozado
como gozan los niños cuando se zambullen
exactamente en medio de la tormenta
entre los pechos de María Dadora
Diosa lechera
bruja nacida para amar.



CERTIDUMBRE

CERTIDUMBRE

Puedo ponerme triste
por aquello que nos diferencia
y aquello que nos une.

Me identifico:
Soy un hombre del sur
Parado
los vientos cálidos pasan por mi cabeza
y los fríos
por mis pies.
Mis genitales miran hacia oriente
donde nació mi padre
donde crecen los linos
donde el amor -me dicen- y los ríos
son parecidos en el color y la frescura.

Conozco de los pasos hacia adelante
y de los pasos hacia atrás
de las peligrosas caídas
y de los saltos hacia el cielo.

Tengo
ciertas costumbres extranjeras
en mi país,
hago el amor y sueño.


ELLA

Era septiembre en la ciudad
y nosotros, hacia el amor, crecíamos
apresuradamente.

Anclar no había sido nada fácil
Tu cuerpo conservaba inalterable
su piel oscurecida a causa de los vientos
y de los peces comidos bajo el sol.

Extendida
tenía tu piel
la longitud de mi mirada.

Como un presagio
o como algo todavía más terrible que un presagio
recogías tu piel
como se recogen algunas redes marineras
con los movimientos precisos
los gritos necesarios.

Lo único desmedido
tus ojos desorbitados por el placer.
Tu mirada de loca.


ALGUNAS DE ELLAS

Ellas se vestirán livianamente para apurar la tarde
se despeinarán
encenderán cigarrillos en nuestra pieza
leerán por primera o segunda vez
nuestro nombre impreso en papel ilustración.
Se quedarán esa tarde y la siguiente
hasta que tengamos que salir como las putas
a la calle
a cambiar de pensión y de familia.


OTRA

Ámame con la violencia de las amantes griegas
que suelen perfumadas esperar a sus hombres
en pequeñas alcobas de tierra en las colinas
porque tengo en el alma profunda una tristeza.

Ámame con la esperanza de los sacerdotes fenicios
que solían navegar junto a sus fieles
en alocados mares de variados colores
porque tengo en la mirada serena una tristeza.

Ámame con la furia de los famosos tigres de bengala
que suelen silenciosos esperar a sus presas
en sospechosas guaridas en medio de la selva
porque tengo en la boca sedienta una tristeza.


OTRA

Sonia aparecía como una cara en la nieve
como una cara en medio de una estepa solitaria
o como sobre las colinas en invierno.

Sonia venía del pasado
en su cabeza traía
un pañuelo de seda azul-marino y en sus ojos
el fragor de las batallas en las orillas del mar
[Caspio.

En sus orillas desplegué mi cuerpo
y violenté contra la luna
el cuerpo
de los más jóvenes y apuestos combatientes.

Morían entre mis brazos
como pequeños pájaros heridos.



POEMA II

Tratar a la mujer de uno como si fuera un animal salvaje
Caminar al lado de la bella Olga
la que codician y aman en secreto
la que tiene en la cara el sol de la llanura
y en su sexo
un corazón ardiente y luminoso
llama de amor.

Que sepa que sabemos que ella desea el universo
Carne sumisa al placer y a mi carne y donde todo sería
[insuficiente.

Violentemos su ceguera
abramos sus ojos a nuestro cuerpo
como cuando los días de las grandes pasiones en viejas
[posadas
donde mujeres extranjeras hacían de nuestro cuerpo
la fuente de la juventud.

Digamos frente a ella las palabras de la incertidumbre.
Te amo y amo al mundo.
Deseo los colores.
Amo las plantas verdes de savia en el verano
y en las tardes de otoño, extraño con dolor,
el brasero de amor con que mi madre
calentó nuestro cuerpo.

Te amo y estoy enamorado de mis versos y amo de vos
precisamente
tu sexo femenino
tu cara de mujer.


POEMA III

Allí donde la tierra desangra sus jóvenes claveles
allí te espero.
Entre la sangre y el lejano carmín del humo del cigarro.
Entre las soledades
estos viejos papeles manchados por tu risa
-entrecortada al alba-
y tus miserias como anchos y calurosos abrazos
y las diademas sobre tus pechos abiertos en el mar.

Allí donde los dioses tejen el vuelo de los pájaros
allí te espero.
Blanca extranjera mía perdida entre el tumulto
y el misterioso volar de las alondras en tu cuerpo
alondras en tu cara, nada de pájaros cantores
sólo tu sexo
sólo el volar de las alondras
-antiguo y silencioso-
hacia el aroma de tu sexo.


POEMA V

Volver por las noches para espiar sobre tu cuerpo
las pequeñas y brillantes marcas del amor
era algo a lo cual estábamos acostumbrados
y sin embargo hubo una marca insoportable.
Una marca que señalaba otro destino
para tu cuerpo de mujer.

Una marca celeste, abierta, en lo profundo de tu carne
-cielo de nubes y de alcántaras
fuego sagrado abierto a todos los horizontes
amada
rosa sin fin como metralla luminosa
encegueciendo sin dar tregua los ojos enemigos-.

Herida insoportable, tajo de amor, en lo profundo de tus
[ojos
-mansa vaca dorada, paciente tejedora,
tu mar de fondo
tiene el color del bronce que en su mirada
suelen tener los grandes asesinos-.

Devastadora
voraz incendio de los bosques.


EN MI ESTABA LA FURIA

Abriendo los candados de mi pecho
nos encontrábamos con ella haciendo pruebas
tratando de saber.
El, solía preocuparse
de regar por las tardes, sereno, la magnolia.

Ella hablaba de menos y al parecer
los días de niebla en plena calle
abría sus ojos para iluminar
a quienes ya nada tenían que perder.
Manso como la muerte
él
tenía treinta y cuatro años y una vida violenta
hacía versos y decía: pertenezco al pasado.

En mi pecho, en medio de mi pecho
rompiendo definitivamente la puerta cancel
que me separa de ella, podemos verla practicar
peligrosas jugadas de ajedrez y tiro al blanco.
Él, sabe que tantos preparativos son para la guerra
y sin embargo
le propone a ella, en medio de mi pecho, un extraño
[festín.


LA CALESITA

Vinieron hacia mí creyendo que la hora,
en que los lobos callan desesperadamente,
había tocado mi corazón.
Aullar no era necesario todos los días
y sin embargo los que llegaban
hacían preguntas acerca de mi voz.

-Se atragantó con las estrellas
de las serenas noches de noviembre
y su sed calmó las torrenciales lluvias
en aquel silencioso y triste verano
donde las algas marinas y los helechos
crecían desaforadamente azules, dispuestos a matar-.
Bailando, callado, en torno de la hoguera
acercaba a los distraídos turistas
al borde del abismo.



LOS INOCENTES

LOS INOCENTES

Los inocentes vienen a preguntar
todos los días
a cuántas personas deben matar
para transformarse en asesinos.

Cuando preguntan
sus ojos
brillan de una manera especial.

Los inocentes y los asesinos se parecen
en el brillo especial de sus miradas.


OLGA, MI MUJER

Amar la vida
atarme al atardecer en la cintura los revólveres
y a medianoche
hartarme de las cotidianas y extrañas ceremonias.

Tener que conseguir agua para beber
y espantar con mis gritos
animales salvajes lejos del hogar. Precisamente a
[medianoche
cuando aúllan los lobos y los perros y los hombres
desean de su prójimo la mujer.
Luna de medianoche, tu cara
amada por los animales salvajes
que danzan y se mueren a mi alrededor
cegados por el azul violento de tu sexo.
Amada
Luna de medianoche bebiendo del arroyo
la sangre de los hermanos muertos en batalla
y el semen de blancos ruiseñores.

Amante del misterio
tu voz
inicia los últimos rituales en tu cuerpo
condenado a realizar trabajos forzados.

Tocarte la cara con mis manos
obrera del amor.


MIGUEL MÍ MISMO

Cuando pueda elegir
elegiré ser Dios de la montaña
vivir en medio del Olimpo entre las azucenas
y los viejos olores del laurel
bebiendo
bebidas cálidas y alcohólicas
y danzando alegremente con Zeus
mi patrón.

Y si no me dejaran
elegiría con mi mujer un valle que conozco
un valle azul en Catamarca
donde pensamos e hicimos el amor
y hablamos largamente de la guerra.

Y si no me dejaran
elegiría una tarde de mar junto a mi hijo
el que tiene en los ojos el color del almendro
o estar sentado debajo de los cedros
con mi padre en el Líbano oliendo los azahares.

No elegiría nunca morir a medianoche
junto a mi madre bañados por la luna.
Elegiría no morir.
Como aquellos famosos dioses de la montaña
tomar mi vino en altas copas de cristal
con Zeus
mi patrón
y saltar locamente
de un lado a otro lado del Olimpo
hablando de mi cuerpo.


MANIFIESTO

Albatros, albatros celestiales cantores de mis penas.
Sufro porque no conozco el África Negra
porque nunca vi brillar en la espesura de la niebla
diamantes o rubíes o flores escarlatas.
Sufro por el dolor de las mujeres
completando su ser en mi mirada.
Por mis hermanos muertos
de los que sólo cuatro murieron en la guerra
el resto murió al amanecer
de tanto hacer la paz por las cantinas sucias
empolvadas de mierda o de los suaves olores del orín.
Me place mirar a las mujeres.
Me placen las llanuras
allí donde mi amada -potranca azul-
tiende definitivamente su cuerpo al viento y sacia su sed.
Amo yerbas y especias orientales
cálidos aromas
que no diré que me recuerdan precisamente mi infancia
pero sí la infancia de mi padre.
Infancia de los cuentos donde siempre hay un sabio
bajo forma de niño, de loco o de cantor.
Porque no quiero que me devuelvan regalos
ni ninguna de las fortunas concedidas.
Porque quiero leer tranquilamente
en el balcón de mi casa mis poemas. Besar tranquilamente
los senos de mi mujer en las cuatro estaciones del año.
Porque de nada me separo y a nada me adhiero.
Porque cada movimiento será sin lugar a dudas
un movimiento completo que gozará de incompletud
para que no le sea preciso detenerse.
Porque cada vida será porque en el principio fue la muerte
y será completa e infinita hasta morir.
Porque buscar, buscar eternamente no carece de nada.
Tengo y lo sé, esa es la verdad.

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