Cartas a mi mujer cincuenta

75.000 EJEMPLARES POR MES NO SON NADA

-Cuarta parte-

Yo fui su amante cruel. El tipo de dinero que mantenía su locura.
Su dama de compañía a la hora del té,
la tierna amiga de las largas conversaciones
y fui su macho,
tantas veces fui su macho,
todo cuerpo, baba sin fin, bujía esperpéntica
y la amaba y hacíamos el amor como los animales.
Después, también, están esos días como muertos, como sin nada.
Esos días donde a uno le dan ganas de comenzar todo de nuevo.
La poesía de nuevo, el azar de nuevo, la vida misma comenzar de nuevo. Aunque no se pueda o no se deba, cambiar todo de lugar, de tiempo.
Yo también fui un amante infernal y cuando ella reía yo me la comía a besos y cuando ella lloraba yo me la comía a besos y nos poníamos a jugar y yo la chupaba con frenesí y ella gritaba: Diablo, diablo; somos esta locura extraterrestre, este amor sin fin y yo la chupaba y, después, me la comía y hablábamos de mi potencia viril mientras la chupaba y me la comía y ella se ponía triste, muy triste, cuando yo dejaba de escribir.
Amor amante amor, también conozco a quien por hacer el amor contrajo enfermedad y, también, conozco a los amantes crueles que dale que dale todo el día haciendo el amor y no enferman nunca.
Alto albaricoque inalcanzable por la lujuria del recuerdo, estoy como la vida misma está, desordenado.
Tengo que sostener dos grandes amores: Madrid, Buenos Aires, y el alma se me encoje en lugar de expandirse.
Loas, entonces, para el hombre que se levanta en mí y grita, otra vez, empecinado, LIBERTAD.
Ahora me gustaría dedicarme a otra cosa.

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